El sobreentendido

EL LUNES se confirmaron las sospechas que circulaban sobre el caso Bárcenas y su relación con el PP: es un sobreentendido. Se trata de un asunto que en efecto, les compete, pero de una manera tan discreta y poco reconocible que se piensa en él de lejos, como esos secretos familiares trasladados de generación en generación. Que Bárcenas denuncie la financiación ilegal es para ellos como si el abuelo hubiera dejado embarazada a la criada y sobre la mansión cayese un manto de silencio; hablan los vecinos, sí, pero dentro de la casa el servicio y los señores se refieren al secreto como «ese tema», «el asunto que ya sabes» y «por lo que preguntas». Hay en el caso Bárcenas un inconfundible aire a pacto de sangre que un pariente quiere airear desde el sótano, donde se escondían antiguamente a los locos. En realidad el mérito del Gobierno ha sido trasladar una denuncia de corrupción a una dimensión familiar que causa oprobio y que evita nombrarse delante de terceros. Pudiera pensarse que Rajoy nunca lo ha citado explícitamente por estrategia política, pero no es eso: es pudor. Lo que ha pasado ha pasado en esa casa, y uno puede imaginarse al presidente corriendo de un salón a otro a echar las cortinas mientras amenaza a los curiosos; luego, en el mercado y ante las preguntas indiscretas, el presidente se recoge la chaqueta y se refiere a él como hizo delante del primer ministro rumano: «el tema que a usted le preocupa», «ese asunto de que quiere saber» o directamente, tirando la casa por la ventana, «aquello otro». Estas tres semanas si hay becarios en Génova deben de estar volviéndose locos escuchando las conversaciones; hay un gigantesco sobreentendido ocupándolo todo en la sede, donde la contracción del lenguaje ha terminado con la gente señalando las cosas con el dedo. Si usted ve a alguien en la carnicería comprando «eso que siempre te pido» o «lo que me gusta y tú y yo sabemos» mientras la mujer del carnicero sale de la trastienda con el cuchillo en alto, sepa que es del PP. Lo lógico sería que en el Congreso, al empezar a contestar, Rajoy siga hablando de Bárcenas impregnándolo de alusiones misteriosas de tal modo que en el telediario puedan ilustrar sus palabras con lo que mejor les parezca, seguramente un ovni. Y al empezar su discurso, en un fenomenal giro táctico aplaudido estruendosamente por sus diputados, bajará la voz.